Más información : pastoralfamiliarchile@conferenciaepiscopal.cl
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El término vocación proviene del verbo en latín votare, que significa llamar. Ser llamados conlleva un mensaje. Alguien que sabe que existimos se interesa por nuetra vida. Podemos aceptar o rechazar esta llamada a entrar en una relación . El Matrimonio es la respuesta a una llamada.
¿A qué está llamada nuestra familia? San Pablo llamado por el Señor a un giro radical en su vida (Cf. Htc 9,1-28) podría responder así:
«Bendito sea Dios, […] [que] nos ha elegido antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia en el amor» (Ef 1,3-4).
Observando a la familia de Jesús, José y María, cada familia puede redescubrir su propia vocación, empezar a entenderse un poco mejor, encontrar su camino en la vida y sentirse atraída por la alegría del Evangelio.
En una familia hay diferentes papeles, pero a todos nos une una identidad: ¡todos somos hijos!
Nadie elige nacer. Cada uno de nosotros debe su existencia y su vida a una madre y a un padre. No podemos darnos vida a nosotros mismos, sólo podemos recibirla.
El camino de la santidad que recorre un padre o una madre pasa por el crecimiento de su amor mutuo y por el amor que dan a sus hijos.
Hay una hermosa y poderosa llamada a ser padres y madres. Esa llamada es para compartir con Dios el poder de un amor que genera vida, en la carne y en el espíritu. Es una llamada que durará toda la vida y en todas las circunstancias.
Los abuelos y las personas mayores también forman parte de nuestras familias.
Hoy en día, la cultura del descarte imperante tiende a considerar a los mayores poco importantes e incluso insignificantes para la sociedad. La vejez, en cambio, es un momento más para responder a la llamada de Dios. Es sin duda una respuesta nueva y diferente, y en algunos aspectos incluso más adulta y madura.
«En efecto, estas palabras abren camino para vivir bien en la familia, para vivir en paz. Son palabras sencillas, pero no tan sencillas de llevar a la práctica. Encierran una gran fuerza: la fuerza de custodiar la casa, incluso a través de miles de dificultades y pruebas; en cambio si faltan, poco a poco se abren grietas que pueden hasta hacer que se derrumbe».